Por Damián Goldvarg

La invasión a Ucrania nos afecta a todos, no importa en qué lugar del mundo estemos. En mi caso, soy descendiente de ucranianos que inmigraron a la Argentina a principios del siglo XX, y además, tengo clientes y colegas rusos que viven en California, Canadá y el Reino Unido. Son personas a las que lo que está sucediendo conmueve de manera muy cercana.

 

Sin embargo, tanto las fotos publicadas por los periódicos, como los videos difundidos por televisión, así como los que abundan en las redes sociales, de una manera u otra nos afectan a todos de formas diferentes.

 

Darnos cuenta de que las bombas que caen en Ucrania son auténticas armas de destrucción y no efectos digitales de película, saber que la gente se está muriendo a cada momento, es muy triste y perturbador. Lo que pasa en el mundo puede producir experiencias traumáticas para todos.

 

Cuando hablamos de trauma en este contexto, nos referimos a una herida psicológica que se produce como resultado de una experiencia que nos afecta física o emocionalmente. Para la Psicología, el trauma es la consecuencia de una exposición personal directa a un suceso que supone amenaza real o potencial de muerte, daño grave u otras amenazas a la integridad física propia. También puede ser el resultado de ser testigo de un suceso que envuelve muerte, daño o amenaza a la integridad física de otra persona. Para que se produzca el trauma, la respuesta de la persona al suceso debe incluir miedo intenso, horror o sentido de incapacidad de ejercer el control.

 

¿Qué nos pasa cuando leemos las noticias sobre la guerra, las escuchamos por radio, las vemos por televisión, o leemos comentarios al respecto en las redes sociales? Es muy posible que que nos afecte emocionalmente, y que influyan de manera negativa en nuestra salud física, mental o emocional.

 

Por otra parte, es necesario considerar que venimos de dos años de navegar las inclemencias generadas por la pandemia de COVID-19, y esto genera el estado de cansancio propio del desgaste emocional. Basta para comprobarlo el aumento de los divorcios, y el empeoramiento de condiciones preexistentes, como por ejemplo, de depresión y ansiedad.

 

Frente a este panorama que podría generar impotencia, es bueno considerar que todos podemos contribuir a la paz tanto interior como exterior tomando y promoviendo acciones en nuestro círculo de influencia, por pequeño que sea.

 

Pero ¿cómo navegar el trauma de guerra al que estamos expuestos y contribuir a la paz en nuestro entorno? Se me ocurren algunas sugerencias, a las que cada uno podrá agregar sus propias ideas: 1) Escuchando a los demás, intentando comprenderlos y demostrando un genuino interés por ellos y por sus problemas, sin necesidad de resolverlos por ellos. Por ejemplo, en mi caso, esuchando a mis amigos y colegas rusos y empatizando sin tener que dar consejos pero, asegurando que sepan que tiene mi apoyo. 2) Aprendiendo a no responder de inmediato; sobre todo, cuando estamos enojados. Y tener cuidado con saltar a conclusiones que pueden ser equivocadas. 3) Ejerciendo la compasión, no solo hacia los ucranianos pero también hacia los rusos. 4) Preparándonos para estar presentes cuando se nos requiere, a través de ejercicios de mindfulness, de relajación, de meditación, o de lo que cada uno entienda que acrecienta su paz interior. 5) Disminuyendo la cantidad de tiempo expuestos a la televisión, radio, etc.

 

Espero de todo corazón que estas ideas te ayuden a contribuir a la paz, y que compartas conmigo tus aportes.

 

No tengo duda acerca de que este momento de la Humanidad requiere que juntos colaboremos día tras día y de manera incansable para construir, entre todos, un mundo mejor.